domingo, 21 de abril de 2013

Crítica: EL ORNITORRINCO

Audaz triángulo amoroso  

Escrita por el mexicano Humberto Robles (uno de los dramaturgos más populares en América Latina), estrenada en el Teatro Mocha Graña de Barranco y presentada por La Fuente de Castalia, El ornitorrinco es una comedia postmoderna con tintes dramáticos, que nos habla sobre las muchas apariencias que surgen en las identidades sexuales de las personas. El animal que le da título a la obra es una especie de mamífero australiano, que desconcertó a los científicos en su momento por sus extrañas características, tildado inclusive por algunos como “una elaborada falsificación”. Analogía correcta para describir las caretas que tuvo, tiene y tendrá el género humano, a la hora de querer relacionarse unos con otros.

Justamente el ornitorrinco es el tema de la tesis de la protagonista Ana (María del Carmen Sirvas, autora de Jardín de colores y protagonista de Madrugada), mientras que es consultada por su pareja Paco (Ernesto Ballardo) sobre la innecesaria cuestión de la “monogamia” dentro de su relación. Un primer acto algo reiterativo, pero que finalmente nos presenta la leitmotiv de la obra; le siguen tres actos más, en los que también interviene el amigo de ambos, David (Marco Antonio Huachaca, a quien vimos en El lenguaje de las sirenas y Los cuatro puntos cardinales), con el que se completa este sorpresivo triángulo amoroso, siempre con una cama en escena como eje central del drama. Los desnudos y escenas subidas de tono están planteados con una necesaria sobriedad estética, pues el mayor atractivo del montaje radica en el planteamiento de las tribulaciones de los personajes.

El director Manuel Trujillo logra un trío de interpretaciones bastante sólido y corrige detalles mayúsculos de su anterior montaje El disparo; en El ornitorrinco sí existe coherencia entre lo que vemos y escuchamos. Acaso el mayor mérito del director sea el de arriesgarse con la intromisión del músico en vivo (Loko Pérez con su guitarra) en algunas escenas: lejos de perturbar, sirve como un perfecto comic relief dentro del espinoso drama. En conclusión: El ornitorrinco es un montaje bastante solvente, divertido, bien dirigido y actuado, con ese toque de modernidad que nos susurra al oído que todo es ahora (para bien o para mal) demasiado relativo y cambiante.

Sergio Velarde
21 de abril de 2013

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