jueves, 5 de septiembre de 2013

Crítica: ÁRIDO

Apocalíptico círculo vicioso   

Tú no entiendes nada fue un discreto montaje del 2011, escrito por el joven  Juan José Oviedo, que tuvo un estreno en simultáneo en España, Argentina y Perú. Y si bien se trataba de un sencillo texto, en el que se privilegiaba la repetición ad infinitum de los mismas frases y que podía recibir virtualmente cualquier tipo de lectura por parte del director de turno, sí nos permitió conocer a esta nueva promesa de la dramaturgia. Pues Oviedo viene presentando actualmente, gracias a su compañía teatral Cientos Volando en su primera incursión en nuestra capital, su nueva pieza, que recibe el nombre de Árido, dirigida por Henry Sotomayor, de quien vimos el año pasado El dolor por tu ausencia de Jaime Nieto.

El espacio elegido para el montaje de Árido no pudo ser mejor, pues el húmedo y claustrofóbico sótano del Centro Cultural Juan Parra del Riego (escenario también de Pedro y el capitán) se presta enormemente para crear la atmósfera apocalíptica que la historia reclama. En un futuro no muy lejano, en el que los seres humanos se han visto reducidos a convertirse nuevamente en un puñado de salvajes sin escrúpulos ni razón, dos seres que responden a los nombres de Abel (Alberto Nué) y Daniel (Juan José Oviedo), viven escondidos en un almacén con provisiones. Abel es la figura dominante, mientras que Daniel es relegado a ser el obediente esclavo; ambos atrapados en un interminable círculo vicioso de poder y sumisión. La llegada de una mujer extranjera (Grace Humire) produce un peligroso quiebre en la rutina de los dos hombres. 

La repetición de los textos tiene aquí, sin embargo, un tratamiento diferente al de la versión peruana de Tú no entiendes nada: los diálogos no se sienten redundantes, pues las acciones que realizan los personajes tienen diversos sentidos en escena y no se sienten para nada forzados. La fluidez y el ritmo de la puesta se notan muy trabajados. Y el final de la obra, no hace otra cosa que reafirmar la sospecha que algunas de nuestras nocivas costumbres jamás podrán ser cambiadas, pues el quiebre que realiza la mujer provoca que el mismo orden sea restablecido, aunque con diferentes personajes. El rol de Daniel es clave entonces, para entender la conversión de víctima a victimario.

Sotomayor, con estudios en la ENSAD y un sólido entrenamiento corporal, dirige con vehemencia el montaje, aprovechando las posibilidades vocales y físicas de los actores, además de lograr imágenes duras y estilizadas a la vez, como el brutal ataque de Abel hacia la mujer. El vestuario y el maquillaje refuerzan el ambiente hostil y dantesco. Las actuaciones de elenco son excelentes, especialmente el mismo Oviedo, quien acaso por ser el autor, llega a exprimir del todo a su personaje, pues encuentra muchos matices en su caracterización. Árido es un discreto e impecable montaje, que constituye una verdadera sorpresa dentro de nuestro teatro independiente. Muy recomendable.

Sergio Velarde
06 de setiembre de 2013

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