sábado, 29 de julio de 2017

Crítica: DIME QUE TENEMOS TIEMPO

Del odio al amor

“Cuando odias a una persona, odias algo de ella que forma parte de ti mismo. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta.” Hermann Hesse

“Dime que tenemos tiempo” es una comedia dramática del dramaturgo peruano César de María, bajo la dirección de Mayra Barraza. Esta obra fue un proyecto del curso de Montaje Teatral I de la Escuela de Artes Escénicas de La Universidad Científica del Sur y fue llevada a escena por Neón Producciones. Contó con las actuaciones de Anaí Padilla y Tamara Padilla en el Teatro Ensamble. La temporada fue del 1° al 9 de julio del 2017.

Esta puesta en escena nos narra la vida de Valentina y Maraví, dos grandes artistas cómicas de la década de los 70. Pese a su éxito televisivo, toman la decisión de ir por caminos separados, dejando así la amistad de lado y algunas cicatrices que hasta hoy han ido creciendo. A pesar de estar alejadas, siempre veían la forma de enterarse de la vida de la otra. Después de 25 años ambas recibirán una propuesta del canal televisivo donde antes trabajaban, con el fin de reunirlas otra vez en el escenario por el aniversario de dicho canal, y así presentar el show televisivo de Cachavacha y Pachuca, ese que las llevó a la fama y que cautivó a todos en aquellos años. Mariví (Pachuca) se tragará su orgullo y buscará la manera de convencer a Valentina (Cachavacha) solo con el fin de cobrar el dinero que les ofrece la televisora por la participación de ambas. Pero ella no se imagina lo que tendrá que enfrentar cuando la vuelva a ver.

El trasfondo de la obra es que ambas buscan culparse por lo que pasó hace 25 años y viven amargadas por lo que dejaron ir y lo que no hicieron. En sí, Mariví toma valor para buscar a su dupla y como pretexto está la invitación de por medio. Ambas guardan un secreto, pero dentro de su frustración ninguna de las dos supo escuchar lo que cada una quería, ambas se cegaron por su propio interés. Aunque una sea más culpable que la otra, ambas sentirán que ya es tiempo de limar asperezas y dejar que ese odio se vuelva amor. La obra abarca temas como la vida de un artista olvidado (mencionando al arte como negocio); el rencor y el aborrecimiento que se puede tener hacia alguien; los fracasos, las malas decisiones y la culpa que te va matando; el morbo que existe al sacar provecho de la desgracia ajena; y también, los deseos ocultos de tu corazón.

Lo rico de este montaje fue el empleo de acciones en paralelo, en tiempo y espacios diferentes. Esto creó en el espectador la ilusión de que el diálogo de ambas actrices se daba en un mismo lugar, pero realmente eran diferentes y a medida que la historia fue avanzando, fuimos encajando todo. La puesta en escena incluyó recursos de proyección audiovisual que ayudaron al soporte de la obra. Debo hacer mención, eso sí, que dieron un mal uso al plano detalle a la hora de la proyección, que en vez de sumar restó un poco a la obra. Me encantaron las actuaciones de ambas actrices y su desenvolvimiento en la puesta en escena. Sobre la escenografía, esta contó con la utilería adecuada para darle vida al espectáculo que ofrecieron, el cual agradó a más de uno.

Por otro lado, debo manifestar mi molestia al ser discriminada por el empleado del cafetín del Teatro Ensamble, el que ignoró mi pedido. ¿Acaso mi dinero no vale? o ¿es porque no tengo mi cabello rubio o mis ojos verdes como la señora a la que sí le dieron el pedido? A pesar de mis reclamos, nunca se hizo presente el administrador y espero que en el futuro la atención mejore y no discriminen a otra persona. Gracias.

María Victoria Pilares
29 de julio de 2017

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