lunes, 18 de septiembre de 2017

Crítica: FRAGMENTOS

¿Y si se juntan los fragmentos?

Un cumpleaños, la excusa perfecta para que ocho amigos se reencuentren después de mucho tiempo, en una etapa que combina los cambios propios que trae la “madurez” de los 30, con los conflictos de una generación marcada por una especie de culto a la superficialidad, a la enajenación y a la hipocresía. “Fragmentos” es una original propuesta escrita y dirigida por el también actor Carlos Galiano. La obra narra con total franqueza y ciertos toques de crudeza y humor, una realidad que es evidente hoy por hoy en la llamada generación de los “millennials”, que parece dejarse llevar por sus deseos de reconocimiento, por un excesivo egocentrismo y, al mismo tiempo, por un incontrolable miedo al fracaso… ¿Te suena familiar?

En cuanto al espacio escénico, un elemento llamativo fue el hecho de permitir que el espectador visualice a través de la imaginación los artículos que complementaban la puesta (cuadros, copas, botellas, etc.): ello permitía enfocarse más en la acción y esencia de cada personaje; sin embargo, el manejo profesional de la utilería por parte de los actores le daba vida y realismo a cada elemento. Considero, en general, que la intención del director fue centrarse precisamente en el fondo más que en la forma. Los flashbacks (desplazamientos bruscos hacia el pasado en el eje temporal) engranaban y explicaban muy bien la narrativa de la historia.

Un elenco acertado y experimentado (Manuel Gold, Karina Jordán, Mayella Lloclla, Sebastián Monteghirfo, Mikhail Page, Gisela Ponce de León, Jely Reátegui y André Silva) con un plus importante: son amigos más allá de la ficción, lo cual se reflejó en la naturalidad y fluidez de la interacción entre ellos. Particularmente, sorprendieron en sus peculiares roles Mayella Lloclla (una joven superficial) y Mikhail Page (el chico cool).

Historias que se entrelazan, que reflejan la poca tolerancia y empatía con la que nos tratamos los unos a los otros; la careta que trata de ocultar las debilidades de cualquier ser humano; la envidia y la frustración que se mezclan para mostrar al espectador el quiebre de un grupo de muchachos que enfrenta de distinta forma la vida y, probablemente, el encuentro en esta reunión será el principio de un cambio o tal vez, una reafirmación de su identidad como seres individuales, pero también, como parte de una sociedad que necesita con urgencia encontrar coincidencias y unir aquellos fragmentos que la reconstruyan como un todo, diverso sí, y al mismo tiempo más humano.

En definitiva, una obra que permite sentir y ver más allá, para revalorar los lazos de amistad y reencontrarnos con la esencia de lo que realmente somos. Cabe destacar, que aunque parezca dirigida a un público joven, esta pieza de un solo acto no puede encasillarse, puesto que el público adulto también podría darle una lectura propia, permitiéndole conocer más a esta generación.

Maria Cristina Mory Cárdenas
18 de septiembre de 2017

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